martes, 30 de diciembre de 2014

39 de 40 (o cupcakes de ponche de pisco)

Ya se acaba, querido lector imaginario, ya se acaba. Esta es la penúltima receta del libro, ¿lo puedes creer? Y es una buena receta para terminar el año. Son para Navidad, pero también podrías prepararlos para Año Nuevo, ¿por qué no?

Necesitas muchísimo pisco.


Mentira, solo necesitas un poco para que prepares el ponche que usarás después para la masa y para el frosting (el resto lo puedes usar para brindar).


Los bizcochitos nos salieron súper esponjosos (solo mira la foto), pero, no sé por qué, después de varios minutos, mientras preparábamos el frosting, se desinflaron terriblemente y perdieron su esponjosidad (is that even a word?).



Bueno, exagero, solo se bajaron un poquito. Después solo tienes que preparar el frosting y el resto es historia.


Como te digo, querido lector imaginario, es una muy, muy, muy buena opción para Navidad o Año Nuevo, pero también para un lunes en la tarde o un día cualquiera en el que simplemente te quieras engreír (o engreír a alguien más, por qué no).

miércoles, 24 de diciembre de 2014

38 de 40 (o cupcakes de menta)

¡Feliz Navidad, querido lector imaginario! Ya falta poquito para las doce y, por supuesto, los cupcakes que hemos preparado tenían que estar vestidos para la ocasión.


Los cupcakes de menta llevan, por supuesto, esencia de menta.


Te confieso, querido lector imaginario, que, aunque me guste la menta en mil presentaciones, la esencia de menta simplemente me pareció demasiado fuerte, así que hice los bizcochitos y el frosting sin las ganas de probar la masa de una u otra preparación (no le digas a nadie que sí suelo hacerlo).



Para la decoración, el libro nos dice que dibujemos dos líneas en la manga con colorante rojo, para que cuando coloquemos el frosting encima de los bizcochos queden dibujadas unas lindas espirales rojas en el fondo blanco. Nosotras lo hicimos con el color verde (la decisión no tuvo nada que ver con el hecho de que hayamos agotado la última gota del colorante rojo en los red velvet cupcakes, por supuesto), pero, como el colorante se resbalaba en la manga, no obtuvimos una línea, sino varias manchitas, como puedes ver aquí.



De todas formas, cuando decoramos los cupcakes, quedaron hermosos. Yo no creo que los pruebe por ahora (el fuerte olor a menta todavía me persigue), pero a mi hermana le encantó el frosting, así que creo que el problema soy solo yo.


Feliz Navidad, querido lector imaginario. Bueno, no, Feliz Noche Buena sería más apropiado. Espero que comas mucho y muy rico y mañana, si todavía tienes apetito, espero traerte una receta de Navidad más.

Posdata:
Escuchábamos esta canción mientras cocinábamos.
Obviamente nosotras la cantábamos mejor.

37 de 40 (o cupcakes rocky road)

Estos cupcakes son bastante sencillos, querido lector imaginario. Solo necesitas preparar la receta básica de los cupcakes de chocolate y, luego, cuando los tengas armados, decorarlos con nueces en trozos y marshmallows pequeños (si no tienes los pequeños puedes cortar los grandes y te quedarán casi igual).




Después solo debes rociar un poco de chocolate bitter derretido encima.


O un poco de fudge, si no tienes ganas de ensuciar.


No tengas miedo de exagerar con la decoración, querido lector imaginario. Son de chocolate, so nothing can go wrong, right?

36 de 40 (o cupcakes de chocolate caliente)

Voy a ser muy honesta contigo, querido lector imaginario: estos cupcakes no los preparé yo. Mi hermana se iba a reunir con unas amigas para preparar cupcakes y, como escogieron una de las recetas que nos faltaban, le encargué que tomara fotitos y me las pasara después.

Aquí están.






Mi hermana trajo un par a casa.


Ricos.

sábado, 20 de diciembre de 2014

Abril de 1944

Estoy leyendo un libro que me hizo pensar en otro libro, un libro pequeñito que escribió una niña de creo catorce años mucho tiempo atrás. Lo que más se valora de ese libro ahora es el testimonio sobre la época y las condiciones en que una familia como la suya sobrevivía. Sin embargo, cuando pienso en él, es un fragmento el que recuerdo siempre (bueno, dos, pero el segundo lo dejaré para otra ocasión):

Cuando escribo se me pasa todo, mis penas desaparecen, mi valentía revive. Pero entonces surge la gran pregunta: ¿podré escribir algo grande algún día? ¿Llegaré algún día a ser periodista y escritora? ¡Espero que sí, ay, pero tanto que sí! Porque al escribir puedo plasmarlo todo: mis ideas, mis ideales y mis fantasías.

¿Suena familiar? Se trata del diario de Ana Frank. Estas líneas, específicamente, las escribió un miércoles 5 de abril de 1944. Si has leído el libro, querido lector imaginario, entenderás y verás que el testimonio esconde mucho más que un simple deseo juvenil. Y si no, pues entonces no sé que esperas: es un libro que leerás muy rápidamente y que, sin embargo, demorarás bastante en olvidar.

domingo, 14 de diciembre de 2014

La magia está en la espera (y en la obligada resignación)

El desierto de los tártaros, una novela de Dino Buzzati, tiene como protagonista a Giovanni Drogo, teniente y luego capitán de una fortaleza de frontera que espera toda su vida el inicio de una guerra. La idea parece simple, pero el libro es asombroso. A mí me encantó. Me pareció muy, muy, muy bueno, porque el final, el final es simplemente espectacular.

Aunque, si lo pienso bien, esta novela me hubiera parecido también muy buena si hubiera tenido el final que esperaba, es decir (spoiler alert!), si Giovanni Drogo hubiese permanecido hasta el final en la fortaleza, esperando la visión de los tártaros eternamente, y hubiera muerto esperando, como cierto Coronel. La magia está en la espera, así que de todas formas me hubiera parecido una novela muy buena, pero que al final esta espera se concretase, que al final el momento que esperó toda su vida llegara, que los tártaros se avisaran por fin en el horizonte y que todos tuvieran que prepararse para la guerra, eso, eso fue simplemente genial.

Más genial aún fue que al final no lo dejaran quedarse, que no lo dejaran pelear la guerra que había esperado desde siempre, que estuviese tan viejo y enfermo que tuvieran que mandarlo a casa, que estuviese tan cerca del sueño de su vida y que tuviera que obedecer órdenes y dar un paso atrás. Esa frustración increíble, esa impotencia desesperante, esa obligada resignación, eso me pareció maravilloso. Y no porque disfrute el sufrimiento de personajes ficticios, sino porque son sentimientos tan complejos y fuertes que verlos retratados tan real y entrañablemente es algo digno de resaltar.

Pero hay una tercera etapa en este maravilloso final, querido lector imaginario, porque después de todo esto el senil Giovanni Drogo parece apropiarse de su propio destino (caprichoso y frustante destino) de la forma más sutil y ligeramente escalofriante que he podido leer hasta el día de hoy. Al monólogo final ante el presentimiento de su propia muerte, le siguen nueve palabras perfectamente pensadas que lo cambian todo.

Después, en la oscuridad, aunque nadie lo vea, sonríe.

Ojalá todavía quieras leer el libro, querido lector imaginario, después del tremendo spoiler que acabo de soltar (que conste que lo advertí). Yo personalmente tengo ganas de ver la película. Sé que hay una de 1976 y me produce mucha curiosidad ver el rostro que eligieron para un persona tan particular.

sábado, 13 de diciembre de 2014

35 de 40 (o muffins de naranja y chocolate blanco)

Te dije que usaríamos el chocolate blanco de nuevo, querido lector imaginario, y aquí está. Solo que esta vez no se necesita chocolate derretido, sino chips de chocolate que, si no tienes, puedes tú mismo elaborar. ¿Cómo? Muy simple.


Y así hasta que obtengas el tamaño apropiado. Necesitas también zumo de naranja. Solo no vayas a olvidar rallar la cáscara antes de exprimirlas porque también la vas a necesitar.


Cuando la masa está lista, con la ralladura y zumo de naranja incluidos, se agregan los chips de chocolate y se mezcla todo. Ahora, como estos son muffins y no llevarán frosting encima, lo ideal sería reservar algunos chips y, una vez los pirotines estén llenos, agregarle un par encima para que se vean cuando salgan del horno. Nosotras no lo hicimos, pero sería una buena idea que, si preparas la receta, querido lector imaginario, tal vez podrías intentar.


Además, algo que sí hicimos, porque son muffins y no cupcakes, fue llenar los pirotines con la masa casi totalmente (y no solo tres cuartos como se hace usualmente) para que salieran grandes y redonditos después.



Esta receta me gustó muchísimo, querido lector imaginario. El sabor a naranja es delicioso y los muffins son ridículamente esponjosos. Ya los puedes imaginar. Con gusto te enviaría un par, querido lector imaginario, si algún día descubro en donde estás.


¿No sabes por qué hacemos tantos cupcakes?
Lo que pasa es que no has leído el post en donde empezó todo.

34 de 40 (o cupcakes de chocolate blanco y frambuesas)

Las frambuesas, querido lector imaginario, en esta época del año, no están muy baratas, según la señora del mercado. ¡Pero no importa! Igual las compramos, un paquetito chiquitito por doce soles que como sea hicimos alcanzar.


También compramos chocolate blanco, una caja algo grande que nos sobrará para preparar otra receta que también lo necesita después.


Lo primero que debes hacer, querido lector imaginario, es derretirlo. Paloma dice que puedes hacerlo en una taza en el microondas, a intervalos de 20 segundos, pero una vez lo intentamos, cuando hicimos los cupcakes helados, y no nos salió muy bien. Así que desde ese momento en adelante siempre lo hemos derretido a Baño María (tranquilo, algún día nos armaremos de valor e intentaremos esa forma otra vez).


Lo siguiente es más sencillo. El chocolate blanco derretido se mezcla con la masa antes de meterse al horno y listo.



Después el frosting, que también lleva un poquito de chocolate blanco derretido y ya está. Ah, no, no, no, falta una cosa. Al frosting se le echan algunas frambuesas partidas. La receta dice que tengamos cuidado de mezclarlas con cuidado para que no tiñan el frosting, pero eso nos pareció imposible.



Sin embargo, cuando acabamos, descubrimos que efectivamente el frosting apenas se había teñido. Es más, los pedacitos de frambuesa sobresalían a veces dándoles un aire curioso, como puedes ver en la foto. Y al final solo debes colocar un par frambuesas enteras encima para darles el toque final.

Óscar y las mujeres

Una amiga me dijo que esta novela, a diferencia de Travesuras de la niña mala o El amor en los tiempos del cólera, sí retrataba un amor real (un amor bound-to-Earth, sería más preciso). Inmediatamente me propuse leerla, querido lector imaginario, porque quería ver quién era ese tal Óscar que mi amiga ponía por encima de Florentino Ariza y Ricardo Somocurcio. Así que, una mañana antes de levantarme de la cama, empecé a leer Óscar y las mujeres y, de repente, ya me encontraba en la mitad.

Es que se lee rapidísimo. La lectura es ligerísima y la novela es bastante divertida así que pasas de un capítulo a otro como quien cambia de canal. Está escrita como para ser representada, como para llevarla de frente a pantallas. Es muy, muy visual. Tal vez esa ligereza le quite puntos frente a ojos más críticos y expertos, pero creo que Santiago Roncagliolo, en este libro, es lo suficientemente eficiente construyendo su mundo de ficción (o sus mundos de ficción, en plural). Y, bueno, tampoco sería justo decir que porque es ligera y divertida sea también superficial. Yo personalmente, me detuve un par de veces frente a ciertos párrafos que llamaron mi atención de una forma especial.
Por enésima vez, Óscar intentó reconstruir mentalmente la noche fatal, ese agujero negro en la galaxia de su vida. Y por enésima vez, fracasó. Con cada esfuerzo, su memoria había hecho un nuevo cortocircuito. 
Era lo de siempre: la realidad. 
Óscar apreciaba las telenovelas porque tenían un orden y un sentido. Todo en ellas ocurría por alguna razón y producía alguna consecuencia en las vidas de los personajes. En cambio, la realidad estaba llena de lagunas, errores de continuidad, líneas mal dichas en momentos incorrectos. Y condones.
Es que esta novela, en última instancia, más que de amor, trata sobre la ficción y sobre la gente que tiene problemas lidiando con la influencia de la ficción en sus vidas. Tal vez ahora ya puedes entender, mon cher ami imaginaire, por qué llamó tanto mi atención en mi primer lugar.

Mi profesor de literatura italiana, uno que tuve hace tiempo, dijo algo muy interesante en clase, cuando hablaba del discurso de Francesa a Dante en el círculo de los lujuriosos, cuando comentaba la explicación que ella le daba sobre el libro que había estado leyendo antes de pecar (y digo pecar porque estamos hablando de Dante, obvio): la literatura es la gran alcahueta de la vida. Pues sí, y no solo para Osquitar en este caso, sino también para cierta señora de Bovary y para otros tantos personajes reales o imaginados.

Pero volviendo a la novela, quiero dejarte una cita más que me gustó bastante:
Se preguntó qué estaba ocurriendo con él. Y la respuesta le llegó de inmediato.
Sí que sabía lo que estaba mal, no solo en esa conversación, sino en su vida, su creatividad y su bidé, que eran los tres ámbitos que más le preocupaban de momento.
Lo que estaba mal era Natalia.
Lo que estaba mal era que todo había dejado de estar bien.
Todos esos goteos, timbrazos ladridos, todos esos inconvenientes, distracciones, molestias, todos los problemas, la falta de calidad en la televisión, la carrera nuclear en Asia, el hambre en el mundo, todo se debía a la alteración del equilibrio cósmico que había producido la partida de Natalia. Y las cosas eran mucho peores de lo que parecían, porque cuando el problema es una persona, puedes insultarla, pelear, atacarla, denunciarla, pero cuando el problema es su ausencia, no queda nada con que luchar. Sólo puedes batir los brazos en el aire y pelear contra el viento, sólo puedes gritarle a tu imagen en un espejo, o a una almohada vacía. Lo peor de la partida de un ser amado es que te deja sin nadie a quien reprocharle su marcha.
Te confieso que no me encanta esta forma de escribir, con párrafos ridículamente cortos, fragmentados, pero reconozco que funciona. Es probable que más de un lector se haya identificado con el guionista de telenovelas de Miami llamado Óscar y haya asentido ante su explicación ontológica de todo lo que está mal en el mundo. Después de todo, cada uno tiene su Natalia, ¿no? Aunque el gran aporte de esta novela es que, a diferencia de las dos que nombré al principio, su final feliz (spoiler alert!) no incluye a ninguna Natalia, Fermina o Niña Mala.

jueves, 11 de diciembre de 2014

33 de 40 (o cupcakes de oreo)

Bueno, no, no son de Oreo. ¿Recuerdas, querido lector imaginario, cuando preparamos los cupcakes de whisky? En verdad no fueron de whisky, ¿recuerdas? Lo hicimos de Baileys y no quedaron nada mal. Bueno, ahora también, por circunstancias de la vida que hasta ahora no podemos explicar (no quedaba ni una sola oreo en la tienda que está cerca a mi casa), compramos otra galleta muy parecida y muy rica y que tiene el sabor nacional.


Ricas, ¿no? Me hacen recordar cuando era niña y una de mis tías las sacaba de su escondite para dárnoslas sin que lo supieran nuestros padres cada vez que íbamos a visitarla. Además, como lo sabe muy bien mi familia, estas dos últimas semanas he estado comiendo una cada día. No sé por qué, no me lo preguntes, simplemente las Charadas han estado muy presentes últimamente en mi vida y ahora se vuelven a manifestar en una de mis formas favoritas: un cupcake de Miss Cupcakes, of course.

Pero volvamos a la receta, querido lector imaginario, que me estoy distrayendo mucho. Los bizcochitos que se necesitan son los de chocolate, que a estas alturas, como los hemos preparado ya mil veces, deberían salirte ridículamente bien (a nosotras, modestia aparte, nos salen riquísimos). Pero antes de meterlos al horno, antes de siquiera rellenar los pirotines, debes colocar una tapa de Oreo (o Charadas) en la base. Es muy probable que te ocurra lo mismo que a nosotras, que cuando le eches encima la masa terminen flotando. Pero tranquilo, si sucede te quedarán más o menos como ves en la foto y, créeme, no por ello son menos ricos.




Lo que me gustó muchísimo fue el frosting. Los frosting siempre son ricos, muy empalagosos para comerse solos, pero ricos. Este me pareció incluso más rico porque, una vez está listo, se mezcla con galletas Oreos (o Charadas) molidas para que tenga una textura especial.


Y, después de colocarlo sobre los bizcochitos con una espátula, debes rodarlos sobre más Oreos (o Charadas) de manera que cubran los bordes y dejen ver un poco de frosting. Así.


Se ven bien, ¿no? Y saben bien también, a pesar de que yo no pude comer ni uno. Mi abuelita y la tía que siempre nos daba las Charadas estaban en la casa y ya te imaginarás... La mitad se acabó después del almuerzo y los restantes se pidieron para llevar.


Todo un éxito, voy a tener que hacerlos de nuevo.

32 de 40 (o cupcakes de lúcuma)

Antes de comenzar, querido lector imaginario, quítale la etiqueta a una lata de leche condensada, ponla en una olla cubierta de agua (es muy importante que la lata esté todo el tiempo cubierta por agua) y déjala hervir.


Ahora sí. Estos cupcakes no usan lúcuma, sino lúcuma deshidratada. Normalmente no hubieramos sabido en dónde conseguirla, pero felizmente mis padres van todos los domingos al mercado ecológico que se arma en la avenida Brasil, a una cuadra del cruce con Javier Prado, y ahí habíamos visto esto.


Cuando hidratas la lúcuma con un poco de agua, obtienes un puré como este, que se usa tanto para el relleno del cupcake como para el frosting después.


Ahora, ¿recuerdas la lata de leche condensada? Bueno, debiste haberla dejado ahí por más de una hora (ahora ya sabes por qué te dije que comenzaras por ahí), hasta que se convierta en un manjar. Cuando todo se enfríe, sácala, ábrela y echa el contenido en la lúcuma que ya tenías preparada. Los bizcochitos para esta receta son los de chocolate. Cuando los tengas listos debes cortar un hueco en el medio, rellenarlos con el manjar de lúcuma y volverlos a tapar.



Y después solo debes colocar el frosting de lúcuma encima con una boquilla redonda. El libro sugiere derretir chocolate bitter y hacer unas vetas con él encima. Nosotras decidimos decorarlos con unas pastillitas de chocolate que también compramos en ese mercadito ecológico del que te hablé.


Por si te interesa, el famoso mercadito es en verdad la Feria de Productores, promovida por Apega. Creo que esta es su página de Facebook, pero, en todo caso, está todos los domingos en la cuadra 32 de la avenida Brasil (Magdalena, I believe).

domingo, 7 de diciembre de 2014

31 de 40 (o red velvet cupcakes)

Por fin. Con estos cupcakes tengo una larga historia, querido lector imaginario, porque de hecho antes ya intenté preparar los famosos red velvet, aunque en una versión light (la receta también era de Paloma, puedes verla aquí). Quedaron ricos, pero como este precedente de alguna forma aumentaba las expectativas sobre este sabor en particular, inconscientemente los fuimos dejando para el final.

Pero aquí están, y creo que nos quedaron bastante bien. Aunque el proceso no fue precisamente hermoso. Es que aunque la combinación de leche cortada con aceite, azúcar huevo y colorante rojo resulte en un pedacito de cielo al que alguien alguna vez llamó red velvet, antes de mezclarlo todo, estos es lo que más o menos puedes ver.




Después todo va tomando forma, por supuesto. Hasta que finalmente terminas con unos extrañamente rojos pero sorprendentemente deliciosos bizcochitos de este color.


Cuando hayas terminado de admirar la belleza de estos colorados quequitos, puedes empezar a preparar el frosting y, cuando haya terminado con él, con una manga estrellada, puedes empezar a decorar.




Y el resultado final, bueno, lo admito, estoy muy orgullosa de él, querido lector imaginario, quedaron muy bonitos. Creo que nos quedaron tal y como deberían quedar. Si quieres, como lo sugiere Paloma, puedes colocar en la un pequeño corazoncito de masa elástica roja en la punta del frosting para darle el toque final.


Nosotras dejamos nuestros red velvets tal cual. Riquísimos.