Bueno, no, no son de Oreo. ¿Recuerdas, querido lector imaginario, cuando preparamos los cupcakes de whisky? En verdad no fueron de whisky, ¿recuerdas? Lo hicimos de Baileys y no quedaron nada mal. Bueno, ahora también, por circunstancias de la vida que hasta ahora no podemos explicar (no quedaba ni una sola oreo en la tienda que está cerca a mi casa), compramos otra galleta muy parecida y muy rica y que tiene el sabor nacional.
Ricas, ¿no? Me hacen recordar cuando era niña y una de mis tías las sacaba de su escondite para dárnoslas sin que lo supieran nuestros padres cada vez que íbamos a visitarla. Además, como lo sabe muy bien mi familia, estas dos últimas semanas he estado comiendo una cada día. No sé por qué, no me lo preguntes, simplemente las Charadas han estado muy presentes últimamente en mi vida y ahora se vuelven a manifestar en una de mis formas favoritas: un cupcake de Miss Cupcakes, of course.
Pero volvamos a la receta, querido lector imaginario, que me estoy distrayendo mucho. Los bizcochitos que se necesitan son los de chocolate, que a estas alturas, como los hemos preparado ya mil veces, deberían salirte ridículamente bien (a nosotras, modestia aparte, nos salen riquísimos). Pero antes de meterlos al horno, antes de siquiera rellenar los pirotines, debes colocar una tapa de Oreo (o Charadas) en la base. Es muy probable que te ocurra lo mismo que a nosotras, que cuando le eches encima la masa terminen flotando. Pero tranquilo, si sucede te quedarán más o menos como ves en la foto y, créeme, no por ello son menos ricos.
Lo que me gustó muchísimo fue el frosting. Los frosting siempre son ricos, muy empalagosos para comerse solos, pero ricos. Este me pareció incluso más rico porque, una vez está listo, se mezcla con galletas Oreos (o Charadas) molidas para que tenga una textura especial.
Y, después de colocarlo sobre los bizcochitos con una espátula, debes rodarlos sobre más Oreos (o Charadas) de manera que cubran los bordes y dejen ver un poco de frosting. Así.
Se ven bien, ¿no? Y saben bien también, a pesar de que yo no pude comer ni uno. Mi abuelita y la tía que siempre nos daba las Charadas estaban en la casa y ya te imaginarás... La mitad se acabó después del almuerzo y los restantes se pidieron para llevar.
Todo un éxito, voy a tener que hacerlos de nuevo.
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