martes, 25 de octubre de 2016

25

Hoy mi pequeñísima Scarlet hubiera cumplido 25 años. 25 años es un montón. Seguramente nos hubieramos burlado, le hubieramos dicho ya estás vieja. Y ella me hubiera dicho que mejor me callara porque en marzo ya me tocaba a mí. Y seguramente hubieramos quedado para ir a comer algo, o a tomar un café (y me hubiera dicho, o yo le hubiera dicho, amiga, amiga, un café, pues). Y seguramente nos hubiera pedido pasarlo para el fin de semana porque hubiera estado ocupadísima con su tesis y su trabajo, sobre todo con su trabajo, pero nosotras le hubieramos dicho que no molestara, que queríamos verla ese día, que si el fin de semana también quería podíamos salir otra vez. Y hubieramos ido a comer o a tomar un café (un café, amiga, un café). Y nos hubiéramos reído. Y nos hubieramos tomado fotos. Y nos hubiéramos contado lo que habíamos hecho en los últimos días y ella me hubiera regañado, como si fuese mi mamá. Y hubiéramos pasado un rato bonito hasta que ella decidiera llamar a un taxi para ir a su casa o hasta que su papá, si estaba en Lima, la hubiera venido a recoger.

Hoy mi pequeñísima Scarlet hubiera cumplido 25 años. 25 años, querida, you are so old. Pero no lo hiciste. No cumpliste 25. Y el tiempo sigue pasando y tú te conviertes cada vez más en una idea bonita, en un recuerdo que ya no estoy segura si pasó o no. Es raro pensar en ti porque parece que pertenecieras a otra vida, a otros tiempos, parece que la María Claudia que era tu amiga era otra, que no soy yo. Yo sé de ti, yo sé que fuiste maravillosa, y te recuerdo siempre, pero el tiempo pasa y todavía es difícil creer que en un momento estabas aquí y que luego ya no.

Te quiero mucho, pequeñita. Todos te queremos un montón. Siempre te vamos a querer. Y, para que no te preocupes por mí, te cuento que cada vez que estoy a punto de tocar rock bottom recuerdo esa llamada que pensamos podría ser la última, y sigo adelante. No quiero que me regañes cuando me vuelvas a ver.

Te quiero mucho, pequeñita, y te extraño un montón. Todos.