sábado, 15 de marzo de 2014

7 de 40 (o cupcakes de cocada)

Lo siento, querido lector imaginario. Esta entrada debí escribirla muchos días atrás. Los cupcakes de cocada los preparamos la semana pasada, pero estuve un poco ocupada y olvidé completamente el blog.

Pero ya volví (y sé que me perdonarás cuando te diga cómo quedaron).

La receta es bastante simple. La base de los cupcakes de cocada son los bizcochos de vainilla. Esta receta también esta en el libro de Paloma Casanave. De hecho, es una de las cuarenta recetas que prepararé este año (¡lo juro!), solo que, en este caso, en vez del frosting de vainilla, se le coloca una deliciosa cocada encima.



En esta foto, la cocada no se ve especialmente apetitosa, lo sé. Parece avena, pero sé que la verás de una forma diferente si te digo que lo que ves es coco rallado con azúcar y leche condensada.


Lo sé, lo sé, ¡demasiado dulce! Pero estoy segura de que si lo estuvieras preparando tú, querido lector, también separarías un poco para ti, como lo hice yo. Para colocar esta deliciosa y adictiva mezcla hecha a base de coco se utiliza manjar blanco. Solo esparces un poco y encima le colocas el coco et voilà!


La cocada se endurecerá un poco en la superficie, pero no demasiado, como para que puedas darle la gloriosa primera mordida y probar todos los sabores a la vez:


Solo puedo agregar una cosa, a manera de sugerencia: si es que no tienes tiempo, querido lector imaginario, para preparar toda la receta, puedes preparar solo la cocada y hacer pequeñas bolitas que después te alegrarán el día.

Y por cierto, feliz cumpleaños, querida lectora imaginaria no tan imaginaria.
Hoy iremos a comer comida tailandesa ¡por ti, lasis!

sábado, 8 de marzo de 2014

Tengo borracho el espíritu, dijo Karamázov

Mario Vargas Llosa había dicho, creo que en el ensayo que hizo sobre Madame Bovary, La orgía perpetua, que cuando Los hermanos Karamázov llegó a sus manos no pudo desprenderse del libro hasta el día siguiente, que lo leyó de corrido en una sola noche, que fue tanta su emoción que hasta se olvidó de dormir y comer. Yo a Dostoievski ya lo había leído en Crimen y castigo y me había gustado mucho, así que empecé a leer esta segunda obra suya con ilusión. Y me gustó mucho también, pero no esperaba que me tomara tanto tiempo terminarla, en especial después de haber leído cuánto le tomó a Varguitas. Creo que desde que, desde que empecé, ya ha pasado más de un mes.

Pero no le echemos la culpa al autor, querido lector imaginario. Es cierto que para nosotros, los lectores de esta época, sus largos discursos y monólogos interiores pueden, a veces resultarnos tediosos. Pero esa es culpa de nuestro tiempo y no del autor. Así como es culpa mía no haberle dedicado más tiempo a la lectura, creo yo.

Como esta obra, en la edición que leí, tiene más de mil páginas, no saqué citas de ellas. Casi todos los fragmentos que me llamaron la atención consistían en monólogos o conversaciones de varias páginas, así que extraerlas y copiarlas aparte hubiera sido poco práctico. Solo escogí una pequeña cita, una que probablemente no tiene mucha importancia, pero que igual la dejaré por aquí, como para celebrar que por fin terminé de leer a este afamado escritor ruso.
—Qué, ¿cree que estoy borracho?
—Borracho no, algo peor.
—Tengo borracho el espíritu, el espíritu tengo borracho, y basta, basta...
Dejando esto de lado, ¿tienes alguna sugerencia sobre lo que podría leer después? Algo ligero, te lo ruego, querido lector imaginario. No quiero pasar otra vez un mes con un solo libro. Qué floja, lo sé.

martes, 4 de marzo de 2014

6 de 40 (o cupcakes de piña colada)

Lo primero que pensé fue que estos cupcakes les gustarían a mis padres porque en su receta incluyen alcohol. Son de piña colada, no podía ser de otro modo, ¿no? Pero, bueno, en vez de hablarte de mis padres, querido lector imaginario, te mostraré cómo nos fue, a mi hermana y a mí, con estos exóticos cupcakes.

Comencemos por el bizcocho. Es simple. Mezclar todos los ingredientes y luego, cuando se tiene la consistencia pedida, agregarle los trocitos de piña fresca y mezclar otra vez. Por cierto, en este punto me hice una pregunta: si tienen trocitos de fruta ¿no serían entonces muffins? Sobre el tema recordé que la misma Paloma Casanave había escrito ya una pequeña nota en su página de Facebook, así que si quieres, querido lector, puedes pasarla a ver.




Ahora continuemos.

Me gustó mucho hacer el frosting, porque este no tenía huevos que se tienen que batir infinitamente, sino que está hecho a base de mucha azúcar impalpable y un poco de crema de coco que lo arma todo. Es muy rico y creo que no necesita demasiada técnica para que te salga perfecto.




Como puedes ver, querido lector imaginario, esta vez no tuvimos ningún contratiempo. Seguimos la receta al pie de la letra y todo resultó como debía ser. Lo único inesperado fue que quemé el coco rayado para la decoración. el libro recomienda dorar un poco para echarlo encima del frosting cuando los cupcakes ya están listos, pero, como no quería volver a hacerlo, decidí cortar tajaditas de piña y colocarlas encima y quedaron muy bien.


Y, por supuesto, la foto que nunca puede faltar es la del cupcake por dentro, como para que te dé un poco de hambre y un poco de envidia de no vivir en mi casa o de no ser uno de mis afortunados amigos que tendrán la dicha de recibir un par como regalo.


Lo sé: me sobra modestia.