martes, 29 de abril de 2014

Manejar bicicleta en Lima

Soy una ciclista urbana. ¿Qué quiere decir eso? Pues que utilizo la bicicleta para desplazarme por la ciudad. Uso la bicicleta para ir a la universidad, al trabajo, a mis clases de francés y de italiano y, a veces, simplemente para relajarme y hacer un poco de ejercicio. O por lo menos así era hasta hace varias semanas. Desde que empecé este ciclo en la universidad, querido lector imaginario, he dejado mi bicicleta a un lado y he vuelto a la pesadilla que es el transporte público. Primero por comodidad: tenía que cargar con muchos libros y en la canastita de mi bicicleta a las justas entraban. Después por simple y pura flojera: el sol del verano que ya se está yendo me quitaba las ganas de pedalear.

Lo que me propongo desde ahora es volver a mis antiguos hábitos. No solo porque es saludable para mí y para el medio ambiente, sino porque realmente me gusta y no debería dejar que la flojera se interponga entre lo que me gusta y yo. A veces es complicado usar la bicicleta para ir a algunos sitios (si vives en Lima, querido lector imaginario, y alguna vez has intentado cruzar una calle cualquiera, te habrás dado cuenta de que la mayoría de conductores piensan que ellos tienen la prioridad sobre el ciclista y el peatón). Pero eso debería imponerse. Después de todo, nadie podrá negar que manejar bicicleta en Lima, aunque probablemente muchas veces más peligroso que en otras ciudades, es también más divertido. Si mis padres supieran la cantidad de veces que he estado a punto de tener un accidente no me dejarían salir más. Pero, bueno, bueno, volviendo al tema, quiero retomar ese antiguo hábito y así de paso hacer más ejercicio. A veces me cuesta muchísimo levantarme temprano para ir a dar un par de vueltas al malecón, pero hoy lo hice y regresé con tiempo para bañarme e ir a clases. Por qué no hacerlo más seguido, digo yo. Además, siendo pragmáticos, con tantos cupcakes que preparo, necesito alguna actividad como esta para mantener el equilibro, ¿no?

jueves, 24 de abril de 2014

10 de 40 (o molten cupcakes)

Molten cupcakes: mis nuevos favoritos. Te adelantaré que quedaron muy, muy, muy bien, querido lector imaginario. Lo único que me apenó fue que la receta solo fuera para dos porciones y no, como usualmente suelen serlo, para doce.

El procedimiento es bastante sencillo. Se prepara la masa con los ingredientes clásicos y al final se le agrega  chocolate bitter derretido con un poco de mantequilla. Para esta preparación, además, no se necesitan pirotines sino que se enmantequillan los moldes de cupcakes y se enharinan con cocoa (¿se encocoan?).


El tiempo de cocción también es menor: ya no los veinte minutos que normalmente se requieren para hornear los cupcakes sino solo doce, para que el chocolate bitter no se seque completamente en el medio. Y después solo los tienes que desmoldar con mucho cuidado y decorar: un poco de azúcar impalpable encima y frambuesas a los costados et voilà!


Pero la mejor parte llega cuando cortas el molten cupcake con una cucharita y el chocolate derretido resbala sobre el platito lleno de azúcar... 


Ay, querido lector imaginario, ya tengo ganas de preparar un par más.

jueves, 17 de abril de 2014

9 de 40 (o cupcakes en cono de helado)

Estos tal vez sean los cupcakes más divertidos del libro. Cupcake en cono de helado. Suena bien, ¿no? De hecho, querido lector imaginario, ¿por qué no los preparas conmigo? Hay un video de Paloma en el que nos enseña cómo preparar esta receta que después recogió su libro. Puedes verlo para que sepas qué es lo que quise hacer aquí:


Ahora sí. Lo primero que debo decir es que tuvimos, desde el inicio, una pequeña dificultad técnica. Los conos de helado que se usan para la receta tienen una base plana. Nosotras, por más que buscamos los conos en varios lugares (por ello me he demorado tanto con este post), solo encontramos conos de este tipo:



Decidimos que los haríamos funcionar y con buen ánimo seguimos adelante. También modificamos un poquito la forma de hornear los cupcakes. En vez de usar los moldes con papel aluminio, usamos la rejilla del horno. La lógica es la misma. La idea es que los conos quedaran de pie con la masa del bizcocho de chocolate dentro:



Mientras se hornean los cupcakes en cono, preparamos el frosting. Es el frosting básico de vainilla que ya hemos preparado para alguna otra receta. Me gusta mucho porque no está hecho a base de claras de huevo o de crema de leche, sino a base de azúcar impalpable con un poco de mantequilla, imposible de malograr:


Y al final solo queda decorarlos. Es tal vez la parte más divertida, en especial porque en esta receta para la decoración se usan grageas, fugde y cerezas:


Como ves, querido lector imaginario, resolvimos el problema de los conos cortando la parte final para poder ponerlos de pie. Además, como nos sobró masa para los bizcochos, rellenamos un par de pirotines regulares de cupcakes y también los decoramos:


También quedaron muy bien, ¿no?

viernes, 11 de abril de 2014

8 de 40 (o hi-hat cupcakes)

Hi-hat cupcakes, o muffins de chocolate con un beso de moza encima. Bueno, no exactamente. Se trata de un merengue casero con sabor a marshmallow bañado en chocolate. Es casi un beso de moza, solo que sin la galletita de vainilla.

El merengue es delicioso y se prepara muy fácilmente:


Los bizcochitos de chocolate también son relativamente fáciles de preparar. La única parte que no disfruté mucho fue el momento de agregarle el aceite a la mezcla. Cuando todo está unido no hay ningún problema, menos aun cuando salen del horno, dulces y esponjosos, pero cuando recién echas el aceite... solo digamos que no es mi parte favorita de la preparación, a pesar de saber lo esencial que es este ingrediente para que los bizcochos salgan perfectos.


La parte complicada es armar los cupcakes. Decorar los cupcakes con el merengue no es lo difícil. Lo complicado, o lo que nos resultó complicado a mi hermana y a mí, fue bañarlos después con chocolate sin que se nos desarmaran un poquito. Primero se decoran los cupcakes con el merengue con si fueran a quedar así. Después se los guarda en la refrigeradora mientras se derrite el chocolate bitter. Paloma nos dice que lo derritamos en el microondas, pero, como la vez que preparé los cupcakes helados no me fue muy bien con esa técnica, preferí derretirlos de una forma más tradicional, a Baño María.



Y después solamente tienes que tener mucho cuidado al momento de hundir los cupcakes con el merengue en el chocolate. El secreto, lo descubrimos mi hermana y yo después de un par de intentos, es hundir los cupcakes lo más rápido posible para que no se derrita el merengue también. Si no lo haces así, puedes terminar con un cupcakes como este:


Aunque, pensándolo bien, no se ve nada mal. Como también puedes notar, querido lector imaginario, en los dos cupcakes de al fondo también se puede ver el marshmallow. Lo que sucedió con esos dos fue que, por miedo a sumergirlos en el chocolate demasiado tiempo no llegamos a cubrirlos todos como debería ser. De todas formas quedaron bien y, los más importante, es que el sabor es exquisito. Si no mira cómo se ve uno por dentro y antójate, querido lector:


Ahora, como un bonus-track, te daré un tip sobre qué hacer con la sobra de chocolate bitter y merengue de marshmallow. Solo necesitas un molde de bombones o chocotejas et voilà:


Ya tienes casi casi unos besos de moza. Me comí uno en el desayuno y me gustó muchísimo. Es una muy buena idea, ¿no crees? Porque botar el chocolate, o un merengue tan rico como ese, debe ser un crimen penado por la ley.

jueves, 10 de abril de 2014

Julie & Julia

Ayer me di cuenta de que había llegado a las mil visitas. No sé muy bien cómo porque el blog solo lo conoce mi hermana y tres amigos (y tú querido lector imaginario, no olvides que el blog te lo dedico a ti). Pensé en escribir un pequeño post para celebrar esas mil visitas, pero hoy mi plan se arruinó. ¿Sabes por qué? Pues porque Paloma Casanave, la famosa Miss Cupcakes, descubrió mi blog.

Sí, sí, sí. No sé cómo ni cuando, pero mira lo que escribió en su página de Facebook. Es demasiado bonito. Demasiado dulce, para usar un adjetivo más adecuado a la situación. Y, bueno, lo que sucedió es que, desde que apareció este post en Facebook, el número de visitas en mi humilde y pequeño blog se multiplicó. No es broma. Ayer tenía mil visitas (no sé cómo, pero las tenía). Hoy, en este momento, tengo dos mil setecientas cuarenta y uno. Sí. Eso es. Dos mil setecientas cuarenta y uno. No, no, no. Dos mil setecientas cuarenta y dos.

Y eso debe ser celebrado, por supuesto. ¿Cómo? Con más cupcakes, con qué más. Hace ya bastante tiempo que no preparo una receta (la universidad y, en especial, la tesis me tienen medio loca), así que esta vez prepararé dos. ¿Cuáles? Ten paciencia, querido lector imaginario. En un par de minutos mi hermana y yo iremos a comprar los ingredientes que nos faltan y nos pondremos a trabajar. Puedes adivinar que esta noche nuestros padres estarán muy contentos porque cuando regresen tendrán dos nuevos sabores que calificar.

Y, ahora, ¿qué hacer con esta no merecida fama? Bueno, tampoco es que de pronto sea famosa, pero debo admitir que me halagó un poquito que Paloma haya compartido mi blog. De todas formas, lo que sí sé que debo hacer es seguir preparando cupcakes porque de todas formas quiero terminar las cuarenta recetas antes de que termine este año. También sé que debo seguir escribiendo. Yo sé perfectamente que no puedes pasar mucho tiempo sin saber qué hay de nuevo con mi vida, querido lector imaginario, así que te mantendré actualizado.

Y ahora sí, fuera de bromas, muchas gracias, Miss Cupcakes.
Y muchas gracias a ti, querido lector imaginario, por leerme otra vez.

sábado, 5 de abril de 2014

¿Abril?

Querido lector imaginario:

¿Es en serio? ¿Estamos en abril? ¿Ya? Me preocupa, ¿sabes? Porque abril es el cuarto mes del año, lo que quiere decir que un tercio de este ya quedó atrás. Quedó atrás para siempre, para nunca más volver, es tiempo perdido, irrecuperable, ¡irrecuperable!, querido lector. Es inevitable, entonces, preguntarse qué estoy haciendo con mi vida, en qué gasto esos valiosos minutos que incluso ahora corren sin control. ¿Te digo la verdad? No lo sé. Es decir sí, sí sé qué hago con mi vida, pero, cuando me lo pregunto como ahora, no sé qué responder. Estudio, tengo un trabajo de medio tiempo, salgo con mis amigos de vez en cuando, como, duermo, me despierto. Qué más. Esa no es una respuesta válida. Qué más. Qué más haces con tu vida. ¿Haces por lo menos las cosas que quieres hacer?

He ahí la cuestión. ¿Haces lo que quieres? ¿Eres feliz despertándote todos los días frente a la expectativa de lo que será tu día? De nuevo: no lo sé. De hecho, no sé por qué te estoy escribiendo en este momento, querido lector imaginario. Pensé en ponerte al día con mis progresos sobre la lista de propósitos que me planteé al inicio del año, pero, en cambio, estoy reflexionando inútilmente sobre el transcurrir del tiempo.

Para que esta entrada no sea una causa perdida (y para no transmitirte la desazón inefable de quien súbitamente descubre el tiempo), volveré a mi intención inicial y te contaré un poco sobre mis propósitos de Año Nuevo. O mejor no. Mejor solamente digo que puedo hacerlo mucho mejor. En especial si considero todo lo que te acabo de decir sobre el tiempo, sobre la importancia de aprovecharlo, sobre la felicidad. En resumen, querido lector imaginario, es momento de un wake-up-call urgentísimo, de una cachetada en la mejilla derecha, de un baldazo de agua fría, de lo que quieras, con tal de reaccionar.