sábado, 13 de diciembre de 2014

Óscar y las mujeres

Una amiga me dijo que esta novela, a diferencia de Travesuras de la niña mala o El amor en los tiempos del cólera, sí retrataba un amor real (un amor bound-to-Earth, sería más preciso). Inmediatamente me propuse leerla, querido lector imaginario, porque quería ver quién era ese tal Óscar que mi amiga ponía por encima de Florentino Ariza y Ricardo Somocurcio. Así que, una mañana antes de levantarme de la cama, empecé a leer Óscar y las mujeres y, de repente, ya me encontraba en la mitad.

Es que se lee rapidísimo. La lectura es ligerísima y la novela es bastante divertida así que pasas de un capítulo a otro como quien cambia de canal. Está escrita como para ser representada, como para llevarla de frente a pantallas. Es muy, muy visual. Tal vez esa ligereza le quite puntos frente a ojos más críticos y expertos, pero creo que Santiago Roncagliolo, en este libro, es lo suficientemente eficiente construyendo su mundo de ficción (o sus mundos de ficción, en plural). Y, bueno, tampoco sería justo decir que porque es ligera y divertida sea también superficial. Yo personalmente, me detuve un par de veces frente a ciertos párrafos que llamaron mi atención de una forma especial.
Por enésima vez, Óscar intentó reconstruir mentalmente la noche fatal, ese agujero negro en la galaxia de su vida. Y por enésima vez, fracasó. Con cada esfuerzo, su memoria había hecho un nuevo cortocircuito. 
Era lo de siempre: la realidad. 
Óscar apreciaba las telenovelas porque tenían un orden y un sentido. Todo en ellas ocurría por alguna razón y producía alguna consecuencia en las vidas de los personajes. En cambio, la realidad estaba llena de lagunas, errores de continuidad, líneas mal dichas en momentos incorrectos. Y condones.
Es que esta novela, en última instancia, más que de amor, trata sobre la ficción y sobre la gente que tiene problemas lidiando con la influencia de la ficción en sus vidas. Tal vez ahora ya puedes entender, mon cher ami imaginaire, por qué llamó tanto mi atención en mi primer lugar.

Mi profesor de literatura italiana, uno que tuve hace tiempo, dijo algo muy interesante en clase, cuando hablaba del discurso de Francesa a Dante en el círculo de los lujuriosos, cuando comentaba la explicación que ella le daba sobre el libro que había estado leyendo antes de pecar (y digo pecar porque estamos hablando de Dante, obvio): la literatura es la gran alcahueta de la vida. Pues sí, y no solo para Osquitar en este caso, sino también para cierta señora de Bovary y para otros tantos personajes reales o imaginados.

Pero volviendo a la novela, quiero dejarte una cita más que me gustó bastante:
Se preguntó qué estaba ocurriendo con él. Y la respuesta le llegó de inmediato.
Sí que sabía lo que estaba mal, no solo en esa conversación, sino en su vida, su creatividad y su bidé, que eran los tres ámbitos que más le preocupaban de momento.
Lo que estaba mal era Natalia.
Lo que estaba mal era que todo había dejado de estar bien.
Todos esos goteos, timbrazos ladridos, todos esos inconvenientes, distracciones, molestias, todos los problemas, la falta de calidad en la televisión, la carrera nuclear en Asia, el hambre en el mundo, todo se debía a la alteración del equilibrio cósmico que había producido la partida de Natalia. Y las cosas eran mucho peores de lo que parecían, porque cuando el problema es una persona, puedes insultarla, pelear, atacarla, denunciarla, pero cuando el problema es su ausencia, no queda nada con que luchar. Sólo puedes batir los brazos en el aire y pelear contra el viento, sólo puedes gritarle a tu imagen en un espejo, o a una almohada vacía. Lo peor de la partida de un ser amado es que te deja sin nadie a quien reprocharle su marcha.
Te confieso que no me encanta esta forma de escribir, con párrafos ridículamente cortos, fragmentados, pero reconozco que funciona. Es probable que más de un lector se haya identificado con el guionista de telenovelas de Miami llamado Óscar y haya asentido ante su explicación ontológica de todo lo que está mal en el mundo. Después de todo, cada uno tiene su Natalia, ¿no? Aunque el gran aporte de esta novela es que, a diferencia de las dos que nombré al principio, su final feliz (spoiler alert!) no incluye a ninguna Natalia, Fermina o Niña Mala.

No hay comentarios:

Publicar un comentario