martes, 1 de julio de 2014

Un miércoles cualquiera (seis días después)

Bueno, el miércoles pasado no fue un miércoles cualquiera, por eso decidí escribir sobre él. Fue uno cualquiera porque no hice nada extraordinario: clases, almuerzo, trabajos, amigos, clases otra vez. Pero a la vez fue extraordinario porque hice cada una de esas cosas de un modo diverso y las disfruté muchísimo. Te contaré cómo fue aunque te aburras infinitamente, querido lector imaginario, así que lee con atención.

Tuve clases toda la mañana. Fui con mi bicicleta a la universidad muy temprano y tuve suerte porque no muchos conductores irresponsables se cruzaron en mi camino (sino solo recuerda la escenita que armé la vez anterior). Llegué tarde de todas formas y, mientras la profesora hablaba y hablaba (es la versión femenina del Professor Binns de Harry Potter), yo aproveché para leer y responder correos y para revisar El País. Después tuve otra clase que terminó a la una en punto. Ese día no tenía que trabajar en la tarde, así que quedé con una amiga para encontrarnos en Miraflores a las cuatro. Me subí a mi bicicleta y pedaleé feliz hasta el Óvalo Gutierrez y la dejé en el estacionamiento de Los Portales, al lado de Starbucks y de Wong. Me instalé en Starbucks para almorzar. Temía que estuviese lleno y que no hallase un lugar para sentarme cerca a un enchufe, pero a esa hora estaba maravillosamente vacío (me dicen que, a partir de las cinco, en cambio, no cabe un alma en ese lugar).


Pedí una tarta de fresa y me acomodé en una de las mesas exteriores con mi laptop. Me puse a escribir (¡sí, querido lector imaginario!) y, cuando no pude avanzar más, corregí un trabajo para la universidad. Pedí otra tarta de fresa (son deliciosas y era la hora de almuerzo, vamos) y entonces me di cuenta de que había perdido el ticket que me habían dado en Los Portales al dejar mi bicicleta. Estaba encadenada, así que no me preocupaba que la robaran, pero sí me preocupaba que no me dejaran sacarla después. Así que fui al estacionamiento y le dije a la encargada que la bicicleta blanca que estaba ahí era mía pero que había perdido el ticket que me habían dado. Me miró, como para evaluar si mentía, y me preguntó si tenía alguna foto de mi bicicleta en mi celular. Pues, sí, si tenía una, así que se la mostré y me dijo que no había ningún problema. Yo todavía tenía que encontrarme con mi amiga, así que le di las gracias y le dije que volvería después.

Caminé hasta el Cineplanet del Óvalo ligeramente confundida por lo que había sucedido. Verás, querido lector imaginario, si bien me alegró que no me hicieran ningún problema por haber perdido el ticket de mi bicicleta, pensé que, si fuera una ladrona de bicicletas (o algo así), el estacionamiento había facilitado mi trabajo. Parte de mi quería que me dificulten las cosas por haber perdido el ticket. Así hubiera sentido que este servía para algo y que no se trataba solo de una formalidad, que si, por ejemplo, sí me hubieran robado la bicicleta, este me hubiera servido siquiera para reclamar. En fin, esas ideas pasaban por mi cabeza mientras cruzaba las calles en dirección al cine. Pero sí tengo que aclarar que la gente de Los Portales fue súper amable conmigo y que este estacionamiento es gratis para nosotros los que andamos en dos ruedas.

Me encontré con mi amiga, una amiga no imaginaria, y compramos dos entradas para ver X-men: Days of Future Past. Creo que ya no está en cartelera, así que estoy feliz por haberla visto aunque sea en su última semana. Y la película nos pareció alucinante. A mí las películas de ciencia ficción no me suelen gustar mucho, pero esta simplemente... wow.


En general, las películas de X-men siempre me han llamado la atención. La última, X-men: First Class, me había gustado mucho. En especial por la forma en la que manipulaban completamente la historia. La guerra de los misiles fue en verdad una guerra entre hombres y mutantes... why the hell not? A Kennedy en verdad lo mataron por ser un mutante y Magneto había querido salvarlo desviando la bala. Tal ves debí comenzar este párrafo con un spoiler alert. Lo que todavía no sé si me gustó o no fue el final (ahora sí: spoiler alert). Todo termina con que los mutantes logran alterar el pasado para cambiar el futuro y que este es uno completamente diferente al que se ha visto hasta ahora en X-men. Es decir que, si todavía no has visto la saga y estabas pensando en hacer una maratón, ¡no te preocupes! Las tres películas nunca ocurrieron así que solo tienes que ver First Class y Days of Future Past.

Ahora, un detalle: al cine entramos a las cinco y yo tenía a las siete clases de francés. Salimos a las siete y media, aproximadamente, pero no nos despedimos para que yo volara a la Alianza Francesa como era el plan. Nos quedamos conversando casi una hora y, si no hubiera sido el último día de clases, me hubiera quedado otra más. Pero tenía que ir, así que volví al estacionamiento, busqué a la chica con la que había hablado horas antes y, sin problemas, desencadené mi bicicleta y pedaleé por la Avenida Santa Cruz. Llegué al francés quince minutos antes de las nueve, pero yo el día anterior le había dicho a la profesora que estaba en mi última semana de clases y que ese día saldría de la universidad tarde, así que fresh. La profesora me dio mi nota y yo volví a subirme a mi bicicleta cinco minutos después para volver a casa. Y, a pesar de que fue un miércoles cualquiera, la combinación de las cosas que hago a diario, clases, almuerzo, trabajos, amigos, clases otra vez, resultó especial.

La culpa, creo, la tienen dos cosas: mi bicicleta, que hace que quiera a Lima incluso cuando hay tráfico o amanece gris, y la amiga no imaginaria que me acompañó en este miércoles cualquiera. No hubiera disfrutado tanto la película sin tener con quien comentarla durante y después.

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