Una vez me dijeron que escribía mucho y no decía nada y yo, por mucho tiempo (bueno, no tanto tiempo), me pregunté si tenía sentido escribir. Es decir, ¿sirve para algo? Escribir un cuento o una novela, por ejemplo, ¿sirve para algo? Pues para mí sí, porque las contadas veces que lo he hecho lo he disfrutado increíblemente. Y para el mundo también, porque, como dice mi querido amigo Mario Vargas Llosa, la literatura, la ficción, nos hace esperar más de la realidad por comparación.
Y es que enfrentarnos al mundo real después de haber estado en un lugar y tiempo diverso hace que lo cuestionemos todo. Es muy difícil no exigirle más a este mundo cuando podemos compararlo con uno mejor. El problema está, por supuesto, en que tener altas expectativas, apuntar alto, tiene sus riesgos, especialmente cuando las expectativas las tenemos sobre un mundo que, te lo advierto, querido lector imaginario, nos va a decepcionar una y otra vez.
Pero, como bien dice Varguitas, es preferible mil veces esta vida de expectativas altas y esperanzas tontas a una conformista que jamás se percate de que puede haber algo mejor. Si le exigimos más a la realidad, si pensamos que el mundo puede y debe ser mejor que el que conocemos ahora, entonces hay más posibilidades de que, eventualmente, comience a cambiar. Por eso los artistas son tan peligrosos para los regímenes autoritarios, señala él, porque hacen que la gente cuestione, porque hacen que la gente desee algo mejor. Por eso es mejor escribir mucho, aunque según algunos no se diga, a nunca intentarlo, creo yo. Y es que escribir puede cambiar el mundo, Varguitas me apoya en esto. Escribir puede ser una fuente de frustraciones constantes, pero puede también hacerte, de vez en cuando, inmensamente feliz (algo así como el amor, para los pobres desgraciados que han tenido la dicha y la mala suerte de experimentarlo).
Y es que enfrentarnos al mundo real después de haber estado en un lugar y tiempo diverso hace que lo cuestionemos todo. Es muy difícil no exigirle más a este mundo cuando podemos compararlo con uno mejor. El problema está, por supuesto, en que tener altas expectativas, apuntar alto, tiene sus riesgos, especialmente cuando las expectativas las tenemos sobre un mundo que, te lo advierto, querido lector imaginario, nos va a decepcionar una y otra vez.
Pero, como bien dice Varguitas, es preferible mil veces esta vida de expectativas altas y esperanzas tontas a una conformista que jamás se percate de que puede haber algo mejor. Si le exigimos más a la realidad, si pensamos que el mundo puede y debe ser mejor que el que conocemos ahora, entonces hay más posibilidades de que, eventualmente, comience a cambiar. Por eso los artistas son tan peligrosos para los regímenes autoritarios, señala él, porque hacen que la gente cuestione, porque hacen que la gente desee algo mejor. Por eso es mejor escribir mucho, aunque según algunos no se diga, a nunca intentarlo, creo yo. Y es que escribir puede cambiar el mundo, Varguitas me apoya en esto. Escribir puede ser una fuente de frustraciones constantes, pero puede también hacerte, de vez en cuando, inmensamente feliz (algo así como el amor, para los pobres desgraciados que han tenido la dicha y la mala suerte de experimentarlo).
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