Hace un par de meses decidí cultivar un hábito: apuntar en un cuaderno (un cuadernito bonito, de tapa dura, con un diseño ingenioso y páginas de hojas suaves) las citas que más me gustaban de los libros que iba leyendo.
Ya tengo varias citas, no demasiadas, pero varias. Las últimas que agregué son de un libro que he querido leer desde hace mucho tiempo, pero que recién llegó a mis manos en la navidad pasada, como un regalo de mi amigo secreto (se acercó a mí y me preguntó qué cosa iba a querer).
Se trata de uno de los libros más conocidos de Hermann Hess: El lobo estepario. Seguro que tú ya lo has leído, querido lector imaginario. Y seguro que te gustó muchísimo, como a mí y a todas las personas que me han hablado de esta obra. Las citas que copié fueron varias, pero es esta la que quiero reproducir aquí:
Ahora bien, el burgués trata de vivir en un término medio confortable entre ambas sendas. Nunca habrá de sacrificarse o de entregarse ni a la embriaguez ni al ascetismo, nunca será mártir ni consentirá en su aniquilamiento. Al contrario, su ideal no es sacrificio, sino conservación del yo, su afán no se dirige ni a la santidad ni a lo contrario; lo incondicional le es insoportable; sí quiere servir a Dios, pero también a los placeres del mundo; quiere ciertamente ser virtuoso, pero también quiere pasarlo bien y cómodamente en la tierra. En síntesis, intenta plantarse en medio de los dos extremos, en una zona templada y ventajosa, sin grandes tormentas ni borrascas, y lo consigue, aunque a costa de aquella intensidad de vida y de sensaciones que proporciona una existencia enfocada hacia lo incondicional y extremo. Intensivamente no se puede vivir más que a costa del yo. Pero el burgués no estima a nada tanto como al yo (claro que un yo desarrollado sólo rudimentariamente). A costa de la intensidad alcanza seguridad y conservación; en vez de posesión de Dios no cosecha sino tranquilidad de conciencia; en lugar de placer, bienestar; en vez de libertad, comodidad; en vez de fuego abrasador, una temperatura agradable. El burgués es, consiguientemente, por naturaleza, una criatura de débil impulso vital, miedoso, temiendo la entrega de sí mismo, fácil de gobernar. Por eso ha sustituido el poder por el régimen de mayorías, la fuerza por la ley, la responsabilidad por el sistema de votación.
¿Te llamó a ti también la atención esta cita? No necesito decir mucho. Hermann Hess lo dice todo. Y si eres como yo, querido lector imaginario, seguro detuviste tu lectura y te quedaste pensando un rato cuando llegaste hasta aquí. ¿Soy yo un burgués? Seguro que tú también te lo habrás preguntado. ¿Soy yo una criatura de débil impulso vital? ¿Soy fácil de gobernar?
Esta vez no tengo respuestas (¿acaso las he tenido alguna vez?), sino solo preguntas. Pero a veces es bueno hacerse preguntas, querido lector imaginario, sino definitivamente seremos esa criatura de la que Hess habla, sino definitivamente seremos seres fáciles de gobernar.
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