sábado, 22 de noviembre de 2014

Hello, dear

Me gusta escribir. A veces, no solo me gusta, a veces lo siento necesario. Ha habido ocasiones en las que he abierto mi laptop con desesperación, con urgencia, en las que el sonido de mis dedos contra el teclado ha sido tan fuerte que no entiendo cómo el aparato sigue funcionando. Por eso me sorprende que ahora no sienta ganas de hacerlo. Me sorprende y me avergüenza. ¿Es que acaso no es importante? ¿Es que acaso no lo siento? ¿Es que acaso no se merece ella también que me desespere por escribir en este momento?

Es que no sé qué decir. Es el cliché más grande del mundo y no es la primera vez que caigo en él, pero de verdad no sé que decir. Es que tengo miedo de sentir, tengo miedo de pensar porque pensar significa ser consciente de que, dear, tú ya no estás acá. Y es que, ¿ves?, solo decirlo hace que mis ojos se llenen de lágrimas de nuevo y tú sabes que a mí no me gusta eso, no en público, por lo menos.

Y es que de verdad no sé qué decir. Tu jefe me preguntó cómo así te había conocido y yo le conté cómo simplemente empezamos a hablar después de nuestra primera clase, en nuestro primer día en la universidad. Y no puedo dejar de pensar en eso, en cómo en menos de media hora ya sabía que te gustaba Harry Potter, que tenías un conejito llamado Bonnie, que tus padres vivían en La Oroya y que en algún momento de tu vida habías conocido Castañeda. Vomitabas información, honey, y eso a mi me encantó. Yo, chiquita insegura y miedosa en ese momento y todavía ahora, de pronto me encontré perfectamente cómoda contigo. Eras buena, ¿entiendes? No sé cómo explicarlo. Simplemente eras buena. Yo no sabía si llegaríamos a ser amigas, si nos seguiríamos viendo cuando terminara el ciclo, pero sabía que el día siguiente nos veríamos en clases y eso me alegraba muchísimo.

Eres mi mejor amiga. Nunca lo decíamos, obvio. No era chévere decir eso. Más chévere era decirnos broder, causa, huevona, para burlarnos de todos los broders, todos los causas y todas las huevonas que alguna vez hemos conocido. Aunque al final sí te lo dije. No sabía qué decirte, así que solo te dije eso, que quería que supieras que eras mi mejor amiga. Y es que, dear (también era chévere decirnos dear), te quiero, te quiero mucho y de nuevo no puedo decirlo sin querer llorar. Te quiero, Scarlet, te quiero un montón y todavía es muy extraño pensar que ya no estás, que ya no te puedo hablar, que ya no me vas a enviar las fotitos graciosas que encuentras en Facebook, que nuestra eterna conversación de Whatsapp se quedó ahí, que ya no hay más.

No sé qué decir, otra vez. ¿Te acuerdas cuando me pedías que te enseñara a redactar para que dieras mejores exámenes y yo te decía que eso no se enseña, que solo dijeras lo que tuvieras que decir? Bueno, qué tonta. No porque hubiera sido capaz de enseñarte algo, sino porque eso, el decir lo que tienes que decir, es más complicado de lo que parece y ahora lo sé. En exámenes es facilísimo, pero cuando se trata de cosas importantes, cuando le estás hablando a alguien, entonces no es tan fácil: yo no sé qué decir. Ni siquiera sé a quién le estoy hablando ahora, para ser sincera. Te estoy hablando a ti, pero ¿estás ahí? Me dicen que sí, mis padres, tus padres, los sacerdotes que oficiaron los servicios, pero ¿estás ahí? No tengo idea, pero está bien, porque sé que si existe el cielo y todo eso, entonces estás ahí. Eres la persona más buena que conozco, en serio, así que, si existe el cielo, entonces estás ahí. Y si no, si no hay nada después, entonces por lo menos ya no estás aquí, porque eres, eras, eres, demasiado buena para este mundo. No te rías, Scarlet, es en serio. Eso me lo dijo Erika y tiene toda la razón. Yo conozco muchas personas buenas, mi hermana, mis padres, gente random que aunque no sea muy cercana a mí sé que es buena, muy buena, pero tú, dear, tú, tú eras ya demasiado, too much. Yo no sé cómo fuiste mi amiga. En serio, explícame cuáles eran tus intenciones conmigo, cuál era tu plan malvado detrás de todo esto, porque, honey, you were too good for me. Ha sido un privilegio conocerte y si no hubieras decidido hablarme ese primer día, si no nos hubiéramos hecho amigas, mi vida hubiera sido muy distinta y no quiero ni pensar en cómo hubieran sido todos estos años sin ti. Y no sé cómo va a ser ahora, si soy honesta. Las dos sabíamos que este día iba a llegar, pero ahora no sé qué hacer. Me siento un poco perdida. Como abandonada, ¿entiendes? (¡no te rías!). Te voy a extrañar como mierda, Scarlet, te voy a extrañar muchísimo. Y te voy a querer siempre, siempre, ¿recuerdas?, siempre. Gracias por todo, pequeña Scarlet. El mundo es un lugar ligeramente mejor porque tú estuviste aquí (y es en serio, ¡no te rías, dear!).

Lo olvidaba... amiga, un café, pues *inserte guiño coqueto aquí*.

No hay comentarios:

Publicar un comentario