Comencé a leer los libros de Harry Potter justo antes de cumplir los once años. Como miles de niños en el mundo, yo también, aunque sabía que todo era ficción, miraba a veces por mi ventana para ver si la silueta de una lechuza aparecía con la carta de Hogwarts que nunca me llegó. Como miles de niños también, crecí con los siete libros a mi lado, devoré el último cuando ya no era tan niña, y volví a leerlos una y otra vez después. Empecé a leer otras cosas, por supuesto, pero nunca dejé estos maravillosos libros para niños completamente de lado. Siempre, en cualquier momento, sin importar la novela que estuviese leyendo, podía ir a mi estante, escoger uno de los siete tomos, abrirlo en una página al azar y comenzar a leer. Y nada me distraía. A veces era por puro placer. A veces era un medio de escape. No importaba qué sucediera en el mundo, los libros de Harry Potter tenían el poder de abstraerme completamente de la realidad, más que cualquier otro libro.
Cuando me preguntan por mi libro favorito, sin embargo, casi siempre escojo uno de mi querido Gabo o, últimamente, de José Saramago. Son autores increíbles y me encantan, pero sus libros no los he leído una y otra vez como lo he hecho con los de Rowling y, si algún día tengo hijos, serán los libros de Harry Potter los primeros en ocupar sus estantes y solo después les compraré un ejemplar de Ensayo sobre la ceguera o Cien años de soledad.
Pero me estoy yendo por las ramas, querido lector imaginario. Hoy quería escribirte porque hice algo que no hacía desde hace muchísimo tiempo. Te decía que yo leía y releía los libros de Harry Potter, sin por ello dejar de leer otras cosas. Pues ese hábito lo abandoné poco después de comenzar la universidad. Nunca me dejó de gustar Harry Potter, por supuesto. Esperé las películas con ansias como el resto y todavía estoy cruzando los dedos para que mis padres se animen a visitar el parque temático que han abierto en Orlando (por favor cruza los dedos conmigo). Pero sí dejé de leer los libros. Me sabía de memoria pasajes enteros. Supongo que era normal que un día dejara de releerlos. Los libros de Harry Potter nunca dejaron de ocupar un lugar privilegiado en mi estante, pero poco a poco el polvo empezó a apoderarse de ellos.
Hasta ahora.
El viernes estaba muy ansiosa. Cosas que suceden, cosas que no, no vale la pena hablar de eso ahora. Estaba muy ansiosa y vi mi preciosa colección de libros en un rincón. Me pregunté si sería mucha la diferencia entre la edición americana y británica. Yo siempre había leído los libros de Scholastic, la editorial que los publica en Estados Unidos, pero esta navidad me habían regalado también los de Bloomsbury, la editorial que los publicó por primera vez en el Reino Unido, y hasta ahora no había tenido la oportunidad de leerlos (o releerlos, mejor dicho).
Así que escogí uno, The Deathly Hallows, el último, y me acomodé en la sala para leer. Y muchas horas después descubrí que no había hecho otra cosa más que leer y leer, sin distraerme con las preocupaciones del día a día como me solía suceder. Es que, aunque me encanta leer, he tenido ese problema ya por varios meses. No importa cuán bueno sea el libro que lea, no logra abstraerme totalmente. Me distraigo. Lo dejo a la mitad. Estoy tan preocupada por las cosas de este mundo que no logro sumergirme en el ficcional. Pero eso no me pasó el viernes. Como cuando era niña, leí y leí y no dejé de leer hasta que alguien más me hizo darme cuenta de que tenía otras cosas que hacer. El sábado leí toda la tarde y el domingo, todo el día. Tenía cosas que hacer para el lunes, pero terminé el libro en la noche, satisfecha por haber empleado mi tiempo en algo que realmente disfruté.
Y eso es lo que quería contarte, querido lector imaginario, que me encanta el mundo mágico de Harry Potter y que, aunque siga pasando el tiempo, creo que siempre me va a encantar. No importa cuántos nuevos autores descubra, no importa cuántas nuevas obras me atrapen después, los libros de Harry Potter siempre serán los principales en mi estante, siempre serán un refugio maravilloso y confiable, como el amor de Snape por la mamá de Harry (y no te atrevas a preguntarme quién es él).
Así que, como le pregunta Dumbledore a Snape: After all this time?
Sí, querido lector imaginario, after all this time. Always.