Quiero estudiar una Maestría en Literatura en San Marcos. Sí. Literatura en San Marcos. Y si bien eso hoy lo tengo claro, hasta hace unos meses lo único que sabía era que quería estudiar Literatura, no me importaba ni cómo ni dónde ni cuándo.
Lo primero que se me ocurrió, al terminar el pregrado, fue hacer una segunda carrera. En mi propia universidad, no necesitaba postular de nuevo ni volver a llevar Estudios Generales, así que parecía perfecto. Pero después un amigo me dijo (hasta ahora no sé si es cierto) que cuando haces una segunda carrera siempre te ponen en la escala más alta y, bueno, eso complicaba las cosas un poco, ¿no? Lo que me terminó de desanimar, sin embargo, no fue la pensión superarchihipermegacara de la Católica (lo siento, Pontificia, te quiero, pero eres bien carita), sino la idea de volver a pasar tres o cuatro años estudiando con gente más joven que yo. Yo sé que no soy la madurez en persona, pero ¿estudiar con chicos y chicas que acaban de salir del colegio? No, definitivamente no.
Entonces decidí hacer una maestría. El problema con ello (y puede que por eso no haya sido mi primera opción) era que se suponía que yo ya iba a hacer una maestría en mi propia especialidad. Por méritos académicos y etcétera, etcétera, tenía la posibilidad de postular a la Escuela de Posgrado de mi universidad y estudiar la Maestría en Historia con una beca que cubría todos los derechos académicos. Era perfecto. El único problema era el siguiente: ¿cuándo iba a estudiar lo que desde hace tiempo quería si no lo hacía ya? Podía hacer primero una maestría, luego la otra, pero ¿cuál primero? Podía hacerlas al mismo tiempo, pero ¿hacer las cosas a medias?, ¿solo porque sí? En algún momento iba a tener que escoger con cuál me quedaría. Y en el fondo yo ya sabía cuál sería. Lo que hice, entonces, fue preguntar si esa beca que me ofrecían no me la podían dar para Literatura en vez de Historia y no, no se podía. Pregunté, de todas formas, si no se podía hacer una excepción, si no había alguna otra alternativa y no, lo sentían mucho, no la había.
Lamentablemente, una pensión de la Católica son dos pensiones de San Marcos, en posgrado, así que, cuando hace unas semanas no pude aplazar más el momento de tomar una decisión, le agradecí a la persona de mi universidad con la que había estado intercambiando los correos y le informé que ya no iba a continuar con el proceso de admisión. Me dio mucha pena, pero decisión es negación, ¿no?
Quiero estudiar una Maestría en Literatura en San Marcos, decía. La Maestría la pagaré yo y las consecuencias de mis decisiones las viviré yo, así que no le debo explicaciones a nadie, pero, por alguna razón, cada vez que converso con alguna persona que conoce más o menos mis planes, siento la necesidad irracional de justificar mi elección. Siento la necesidad de explicar que no es una decisión ligera e irresponsable el dejar pasar la beca que me ofrecen, sino que en serio lo he pensado, que en serio he imaginado todos los escenarios y que ese para mí es el mejor camino. Siento la necesidad de explicar que de verdad creo poder encontrar una buena formación en San Marcos, que no solo es por el costo de las pensiones (aunque sí sea un factor importante), sino que, desde que estaba en el colegio y me imaginaba estudiando Literatura, San Marcos siempre fue mi primera opción. Siento la necesidad de explicar, por último, que no se trata solo de estudios, que también se trata de nuevas experiencias, que adoro mi universidad y que adoro mi carrera, pero que la idea de descubrir temas nuevos en contextos y ambientes nuevos es demasiado atractiva como para simplemente dejarla ir.
Cuando era niña, desde el tercer grado de primaria, pude escoger los
colegios en los que estudiaba. Mis padres respetaban mi opinión y a mí eso me encantaba. Cambiaba colegios cada uno o dos años y nunca me fue mal. Y te voy a explicar,
querido lector imaginario, qué tiene que ver esto con todo lo que te
acabo de contar. Ya no seré la niña pequeña que sorteaba sus colegios porque le gustaba empezar constantemente de cero, pero algo de ella todavía queda, y lo que quiero ahora, lo que he querido todo el tiempo, es exponerme otra vez a los cambios y a las nuevas experiencias. La universidad, pienso, es solo una esfera.
Así que la próxima vez que alguien me frunza el ceño cuando pronuncie el nombre de la prestigiosísima Universidad Nacional Mayor de San Marcos, bueno, probablemente igual me vuelva a poner nerviosa y no sepa qué responder, como a veces me pasa. Pero no importa, porque por lo menos por escrito estoy dejándolo todo muy claro... o algo.
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