domingo, 6 de agosto de 2017

La procesión infinita (y la ciudad)

Lo siento, querido lector imaginario, no podía evitar dejarte un fragmento más de La procesión infinita de Diego Trelles Paz, un fragmento que encontré increíble (y no contiene spoilers, te lo juro, así que lee tranquilo nomás):


[...] Transpuesta la última barra electrónica, el primer anuncio del delirio automovilístico de Lima es una estampida furiosa de custers, combis, taxis, buses, motos y carros particulares que rodean y atraviesan el óvalo de Faucett en distintas direcciones al mismo tiempo. Todo está permitido: meter la trompa del vehículo y cerrar el paso, pasar del carril extremo de la izquierda al de la derecha acelerando en diagonal, detenerse en cualquier lado de la avenida el tiempo que se estime conveniente, subirse a las veredas, a las bermas con jardines, a las ciclovías, a los parques, a donde lleguen las ruedas, comerse todos y cada uno de los semáforos o simplemente quedarse quieto esperando pasajeros mientras la luz verde agoniza, tocar la bocina frenéticamente, una, dos, cinco, diez, veinte veces mientras gritas y golpeas y amenazas y bajas del auto con el fierro de la gata dispuesto ya a romper, a quebrar, a chancar, a destruir, a asesinar a quien sea, por lo que sea, así venga la policía, ¡qué mierda!, tú a la policía te la pasas por los huevos, tombo conchatumadre, aquí yo hago lo-que-chucha-me-dé-la-gana, qué mierda quieres, ¿ponerme una papeleta?, ponme cinco si quieres, igual no las pago, huevonazo, y aprietas y aceleras y chocas y atropellas y te das a la fuga y todos vieron pero nadie vio porque si pasa y tienes bille, arreglas, trabajas, ofreces, coimeas, la libras, la olvidas, se olvidan, no saben, no opinan, la vuelves a hacer, todo se puede porque el mundo es ancho e impune cuando enciendes un vehículo y te lanzas sobre las pistas cementerio de las calles de Lima.

Quizás es por eso que los peatones no confían cuando el Chato respeta el PARE y, con la mano barriendo el aire, los invita a cruzar por delante con una sonrisa. Éste está cojudo. Éste está loco. ¿Qué le pasa? Si avanzo, me mata. Si le creo, acelera y me arrolla. Porque aquí es así, lo sabemos todos, es ley-no-escrita: primero el carro, segundo el carro, tercero el carro, cuarto el carro y así hasta el infinito. El que confía muere. En Lima hay que tener ojos en la cabeza y en las orejas por si te embisten por detrás o te levantan de lado. Nadie está libre [...].

La cita sigue, pero te voy a dejar con la miel en los labios. Lee la novela, en serio; te va a gustar. Y sí, sí tengo un pequeño cuaderno en donde copio las citas que más me gustaron de algunos libros. Aquí solo te copio algunas pocas. Ahí tengo muchísimas más.

La procesión infinita (y un querido diario)

Terminé de leer La procesión infinita, querido lector imaginario, y cumplió todas mis expectativas y las superó, that much I can say. El libro es genial; te lo recomiendo muchísimo. Y aunque en la dedicatoria que el autor escribió en la carátula de mi ejemplar hizo referencia a una "historia de amor si redención", yo diría que más que una historia de amor se trata de una historia de amores, en plural, porque son varios los personajes, todos bien desarrollados, todos relevantes, los que de una manera u otra llegan a experimentar alguna forma de amor.

 

¡Y vaya forma de cerrar el círculo en los últimos capítulos! No voy a soltar ningún spoiler, querido lector imaginario, porque quiero que disfrutes el libro de la misma manera en que yo lo hice. Lo único que voy a hacer, como siempre, es compartir contigo un par de fragmentos que me gustaron y que, creo, también te pueden interesar (son spoiler-free, I swear). Uno es este:

Y así, pues, querido diario, creo que entendí lo que la maestra Espergesia me estaba diciendo. No importa qué hagas o quién seas. No importa si tienes dinero o eres pobrísima. No importa si has estudiado o nunca pusiste un pie en la escuela. La literatura es como una fiebre inesperada que llega y se queda, una enfermedad muy bonita y muy dolorosa que toma tu cuerpo y tu mente y te esclaviza y a ti no te importa porque disfrutas de ese sometimiento. Antes me daba mucha vergüenza dedicarles tanto tiempo a los libros [...], pero ahora, gracias a la maestra Espergesia, negarlo sería negar aquello que me conmueve y me da vida y me pone feliz, ¿me entiendes?

Y otro es este:

Se qué ya no debería tratarte de "tú" pero siempre lo hice. Es un poco como en la ficción aquí: tenemos un estilo, ésa es nuestra voz y, digan lo que digan, no podemos traicionarla. Si cambiara ahora, imagínate, sentiría que estoy hablándole a otro, y no quiero.

Como te habrás dado cuenta, esta voz, una de las tantas voces que Trelles desarrolla, me da la excusa perfecta para seguir dirigiéndome a ti como mi querido lector imaginario. Y, además, estos fragmentos reafirman lo que ya pensaba sobre la literatura; no necesito decir mucho más. La procesión infinita es una novela bien lograda y no creo equivocarme al decir que, con ella, Trelles se termina de consolidar como uno de los escritores más importantes de esta generación (¿se puede hablar de una generación?). En esta novela se siente la influencia de Bolaño por todas partes: el eco de Los detectives salvajes resuena en todas las páginas, pero es una influencia buena, una que multiplica el potencial de la novela, que no le quita originalidad. Y si bien por partes sentí un fuerte aroma a Travesuras de la niña mala, de Varguitas, creo que se debió solo a la elección del tema (después de todo se trata de una novela de amor, o de amores, que se desarolla en muchas partes del mundo), porque Trelles tiene ya una voz propia, una voz que expresa mucho y que, créeme, sabe narrar.