martes, 14 de junio de 2016

El círculo de los escritores asesinos

He comenzado a leer un libro que me está gustando bastante y si bien todavía no llego ni a la mitad, quiero compartir contigo, querido lector imaginario, un pequeño extracto:
¿La emoción o las palabras, qué viene primero? Lógicamente no existiría emoción sin un medio para expresarla, no podríamos ni pensarnos sin una convención previa de signos porque los humanos no estamos hechos de órganos, huesos o carne, sino de códigos lingüísticos, de fórmulas siniestras que aparentan ordenar el caos de nuestra naturaleza salvaje. La palabras son primero. Dios, o cualquier otro de esos visionarios inmorales, creó el signo antes que el mundo dándole un poder apenas perceptible y, por lo mismo, absoluto. Nada es anterior al alfabeto.

Yo soy un poeta. Puedo comprender esa verdad oculta a los demás. Entre otras tragedias, cargo con mi anonimato: soy un poeta desconocido, un juglar sin público. Vivo y escribo en un calabozo inmundo. Dicen que maté a un joven próspero y, aunque eso es falso, no he hecho nada por desmentirlo. He preferido abandonarme al silencio digno de la escritura porque, dentro de esta fosa común, la literatura me ha salvado la vida.
Se trata de El círculo de los escritores asesinos, de Diego Trelles Paz. Es un autor peruano —ahora estoy leyendo a varios autores peruanos— que me recuerda un poquito, por lo menos hasta donde he leído, a Roberto Bolaño. Después te sigo contando.