martes, 20 de junio de 2017

Decir adiós

Me compré un nuevo celular hace un par de semanas, como regalo de mí para mí por haber terminado y sustentado (por fin y con bastante éxito) mi tesis de licenciatura. Y, mientras vaciaba la información de mi antiguo Samsung J2 a mi nuevo Motorola G4 Plus (lo siento, quería aprovechar esta oportunidad para presumir un poquito), encontré algunas notas que había escrito hace ya bastante tiempo. No quise simplemente borrarlas, porque aunque lo que sentía y pensaba cuando las escribí ya no lo siento y pienso más, por lo menos no con la misma intensidad, algunas de ellas todavía me parecen muy bonitas, porque reflejan episodios de mi vida que, aunque no siempre fueron color de rosa, siguen siendo parte de mí, parte de mi historia personal. Así que hoy quiero compartir contigo, querido lector imaginario, una de aquellas notas de hace varios meses atrás (o años, nunca lo sabrás):

Lo voy a extrañar. Sí. Y está bien. Porque ya sé cuál es el proceso. Primero mucho, como ahora, ahora que tengo ganas de pasar más tiempo con él y de ir, volver, ahora que sigue tan cerca. Después un poco menos, porque tengo cosas que hacer y mi mente ya no se puede dar el lujo de pensar todo el día en él. Y después aun menos, porque poco a poco me iré olvidando, pronto ya no recordaré qué se siente tenerlo cerca, qué se siente hablarle, sentiré que la vida está bien y que la vida basta y es buena así como es. Y volveré a sentirme bien porque él será de nuevo solo una idea. Algo más que un recuerdo. Un personaje de un libro que leí. Y olvidaré este momento, aunque ahora lo dude, porque la vida volverá a ser una vida en la que no existe X, en la que X es solo un nombre de un personaje de ficción.

Se despidió con un abrazo, un abrazo torpe, uno que esta vez él me dio a mí y yo parecía no querer responder. Me hubiera gustado abrazarlo más fuerte, responderle, acariciar su nuca y sentir mis ojos húmedos en su hombro, y decirle que se cuidara mucho, muchísimo, y alejarme un poco y sonreírle y ver también su sonrisa y saber que lo iría a extrañar, que lo iría a extrañar mucho, pero que en ese momento las cosas estaban bien.

Pero las historias no son así. Raramente lo han sido. Me despedí de él con un abrazo torpe y un take care también torpe porque estábamos con su amigo y su amigo solo hablaba inglés.

I love him. I truly love him. Pero, como dice Eponine, only on my own; no debo nunca olvidar eso. Lo que debo hacer es olvidarlo a él de nuevo, esta vez por completo.

Ese X tiene un nombre y apellido en la nota original, por supuesto, pero X mismo me pidió que, si algún día me tocaba hablar de él, utilizara otro nombre (él me sugirió José Antonio Manuel de las Casas y de la Puente, o algo por el estilo, pero creo que esta vez solo dejaré el X, para ahorrar espacio). Y la vida, pues, qué te digo, querido lector imaginario, la vida efectivamente es buena todavía y las cosas siguen bastante bien. Mejor que antes de hecho. Porque sí, alejarte de las personas que quieres duele, pero el dolor pasa y quedan las experiencias y cada uno decide qué hacer con ellas. Yo decidí que quiero un mundo mejor, porque nuestro mundo es una mierda. Decidí que, desde lo que yo sé hacer, desde lo que yo puedo hacer, lucharé siempre por hacer del mundo un lugar más aceptable, un lugar en el que se pueda vivir bien. Y en el camino voy a ser feliz, muy feliz. Ojalá tú también lo seas.

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